Carta abierta a Antonio Horvath


Querido Antonio; Honorable Senador; amigo ambientalista; colega hidrólogo: hoy no ha sido un día cualquiera. Ha sido un día que en principio podríamos decir para olvidar, pero tu partida tan temprano obliga a no hacerlo. Hoy, como decía Miguel Hernández, “un hachazo invisible y homicida”, un cáncer, nos arrebató tu sonrisa, tu bonhomía, tu disposición a conversar, tu capacidad para hacer nación desde cualquier punto del país y sobre todo tu humanismo intrínseco que nos permitió conocer al político entrelazado con la academia y con la posibilidad de unir mundos y pareceres.

Hace ya muchos años, desde la Universidad de Talca te invitamos a ser parte de algunos proyectos, que como hidráulico e hidrólogo podían interesarte. Pero fue más que eso; empezaste a participar de nuestros congresos, seminarios y eventos. En ellos, el mundo académico, nuestros estudiantes y, la gente en general, pudo ver a un político de tomo y lomo, que retrataba las demandas de los científicos y de la academia. Y se hicieron tan fuertes algunos lazos, que en el día de hoy querido Antonio, algunos ex alumnos, principalmente de la Escuela de Ingeniería Forestal, me llamaban o me escribían entregándome sus condolencias. Frente a ello te cuento que pensé que no me correspondían; le correspondían a tu familia; al Senado y a tus colegas del hemiciclo; pero seguían llegando y me di cuenta de que era un regalo tuyo. Mostraste tantos afectos a quienes estuvimos contigo, que los demás nos veían tan cercanos y de ahí las condolencias. ¡Qué cosa tan especial de un político!.

Siempre fuiste distinto Antonio. Donde nos encontrabas como grupo de investigación, te acercabas a conversar, a abrazar y a compartir. Tu bonhomía era un torrente en el Congreso o fuera de él. Y tu disposición a estudiar lo que te presentábamos era inusual. Recuerdo cuando publicamos el libro de las curvas Intensidad Duración Frecuencia y nos sorprendiste con una presentación acabada, certera y que daba cuenta de un estudio profundo, de un ingeniero involucrado con sus temas. Y de ahí surgió nítida tu candidatura para recibir el premio al Político Destacado del año 2006, por parte del Comité Chileno para el Programa Hidrológico Internacional de la Unesco, premio que obtuviste con creces y en donde nadie dudó de tus méritos.

Cuantas bromas hacíamos sobre nuestras posiciones políticas. Yo, un hombre de la Concertación, te presentaba amigos y te decía que no eran de tu lado. Tú, con esa sonrisa de siempre me decías: “Mejor, porque a estos son los que debo llevar al otro lado”, tras lo cual todos estallábamos en risas. La risa que provocaba un senador de la República, que siempre se mostró cercano y atento con tanta gente y en tantas situaciones.  Y aunque estábamos en miradas distintas, convergíamos en lo que significa la capacidad de entendimiento y de unirnos como chilenos en el objetivo de hacer más grande a nuestro país. 

Siempre llegabas a los eventos casi al filo del comienzo de ellos o justo para exponer. La razón es que estabas en tantas cosas, que cada una de ellas comprendía tiempos, esfuerzos, desvelos y tanto más. Pero llegabas y siempre estábamos pensando, ¿por dónde viene el senador?; ¿a qué hora llegará?; ¿el tráfico está muy denso? Pero el Senador llegaba y como siempre regalaba su mejor disposición frente a lo requerido. Nunca rehuía; nunca aminoraba una crítica, pero como decía Benedetti, lo hacía de frente, pero sin lastimar o herir.

Nos quedó una deuda Antonio. Y fue cuando descubrimos que habíamos tenido un maestro formador en hidrología, el profesor Andrés Benítez, y sobre Don Andrés conversamos muchas veces. La deuda es que quedamos de escribir su biografía y era hacerla los dos, ¿lo recuerdas? Es difícil hacer algo solo, cuando ello depende de las vivencias aquilatadas.
Hoy, cuando la noticia invadió los sentidos y la razón y sentimos la impotencia, nuevamente recordando a Miguel Hernández digo, “no perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta”. Porque esa vida fue desatenta con un hombre que le otorgó muchas posibilidades a otras vidas, inclusive las vidas de la naturaleza que te preocuparon, de la fauna y flora amenazada, de los ambientes prístinos de Aysén que tanto defendiste. Hoy con el dolor de tu partida, pero con tu ejemplo como hombre público y de Estado, te entrego públicamente y nuevamente mis agradecimientos por habernos recibido como miembros de la academia; por habernos permitido acercar al mundo político los resultados de nuestras investigaciones en torno al agua; pero sobre todo por ser parte de un conjunto de hombres y mujeres que han defendido este país y merecen el apelativo de patriotas, porque luchan y han luchado por la patria grande de la inclusión; del respeto por la naturaleza; por el reconocimiento a la singularidad de nuestras regiones; y por la necesidad de enarbolar como nunca los valores ambientales, que son parte de todos los habitantes de la República.  ¡Adiós Senador! ¡Hasta siempre ingeniero!.

Roberto Pizarro Tapia, Académico Universidad de Talca.

 
 


 
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